La esencia de lo que consideramos poliamor siempre recae en la gestión responsable de las emociones agradables y desagradables, dado que la construcción de polículas añade una dimensión de expansión y complejidad a las relaciones humanas. Esta responsabilidad, sin embargo, se ve a ratos distorsionada por nuestro afán por aclamar lo gozoso y evadir lo doloroso, por lo que a veces el dolor se evita en las conversaciones. En el caso particular del duelo romántico o “tusa”, todes nos hemos visto marcados en algún momento por estos eventos, pero casi siempre en forma de reacción, muchas veces violentades por el impacto. En esta ocasión, con alrededor de 60 participantes en el evento de aquel 31 de agosto de 2019, pusimos en común nuestras últimas experiencias de duelo, ruptura o desescalamiento afectivo para extrapolar las herramientas que mejor nos han servido gestionando emociones desagradables durante el proceso, también compartiendo ideas sobre las similitudes y diferencias entre la pérdida de relaciones monógamas y poliamorosas. Bajo el marco conceptual del duelo como el proceso de adaptación emocional que se produce tras una pérdida, una ausencia, una muerte o un abandono, se inició hablando de las últimas experiencias de duelo/ruptura/desescalamiento de las relaciones, enfatizando los hechos sucedidos. En esta instancia, se dio un fenómeno interesante, dado que hubo dos enfoques en las participaciones. Por un lado, se hizo un fuerte énfasis en la descripción de contextos, de alguna forma buscando nutrir la naturaleza del dolor que seguiría a los acontecimientos. Así, en lo no romántico se vivieron duelos por muertes súbitas de familiares y amigos muy cercanos (en virtud de la alineación anárquica relacional de algunes). En lo romántico, se dieron rupturas agravadas por las altas expectativas de algunas monogamias, celos que sin manejarse disolvieron relaciones, desencanto experimentado por expectativas diferentes a las realidades que pronto se hicieron manifiestas, infidelidades graves ante los acuerdos pactados, largas distancias que erosionaron la interacción y los afectos, entre otras más. En el otro enfoque, los hechos fueron irrelevantes frente a los sentimientos abrumadores que desencadenaron, lo que llevó a profundizar en la discusión emocional. Sin embargo, lo común de la tusa en la discusión fue su naturaleza impredecible. Los eventos pudieron haber sido súbitos o colarse furtivamente en las vidas de los afectados, explotando sin oportunidad de manejo preventivo. Ante estos sucesos, surgió la pregunta de los sentimientos vividos en dicho momento, comparados con los sentimientos vividos en la actualidad a raíz de la tusa. Como evento común a la experiencia humana, los sentimientos desencadenados pueden ser tanto agradables como desagradables. Dada la naturaleza imprevista de la tusa, lo primero que afloran son los sentimientos incómodos y desagradables. Estos pueden estar dirigidos hacia afuera (resentimiento, frustración), pero en su mayoría los efectos suelen ser internos y fuertes, comprometiendo la integridad mental y física, inundándonos en miedo, culpa, abandono, melancolía, impotencia, negación, soledad, vulnerabilidad, a veces llegando a instancias más severas como pérdida de identidad. Esto se ve especialmente agravado, como dijeron algunos asistentes, por el entorno comercial de felicidad en el que vivimos, en donde se condenan las emociones desagradables y el positivismo excesivo puede llevar al colapso. Lo anterior es clave, dado que, como se conversó, de las emociones incómodas nacen sentimientos de crecimiento y fortalecimiento, como el reencuentro con nuestras redes de apoyo, aprendizajes suscitados por lo vivido y por sus cicatrices, recordatorios de nuestra resiliencia, alivio por los procesos siniestros ahora en el pasado, rompimiento de mitos románticos, un renovado sentido de optimismo y esperanza y un nuevo regreso al yo despertado por el desapego a lo dejado atrás. A pesar de lo anterior, surge una pregunta importante de esta discusión y es si la tusa realmente acaba. Después de todo, ¿en qué punto nos declaramos oficialmente des-entusados? Si la tusa es un estado indeseable, ¿cuándo salimos de éste? Gran parte de las respuestas personales que surgen de las herramientas o estrategias empleadas para gestionar la tusa, las cuales responden a las necesidades vividas, los deseos relacionados y las personas que apoyaron dicho proceso. En este sentido, las herramientas compartidas fueron varias, innumerables, casi. Sin embargo, un eje de transversalidad permeó los aportes, las herramientas tuvieron algo en común. En muchas instancias, se acude a lo externo, sean redes afectivas y de apoyo o actividades, de modo que la atención se desvía de la emoción al análisis de esta o a la distracción momentánea que traen la disociación y la desconexión. Respecto a las actividades, estas se enfocan en el autocuidado y en el rescate del amor hacia las experiencias (viajes, fiestas, hobbies, comunión con la naturaleza), tanto viejas como nuevas, abriendo el alma a nuevas posibilidades. En varios contextos, ayuda bastante la exteriorización, casi un exorcismo del sentimiento por medio de la expresión tanto artística como verbal o escrita, la resignificación de mis proyectos y el regreso a mi plan de vida, la deconstrucción y desidealización de ciertos hábitos románticos hegemónicos y la inclusión del feminismo en mi forma de vivir las relaciones. En algunos casos, la ayuda que recibo puede ir más allá de lo inmediato de mis preferencias y redes y hallarse en las manos de profesionales, o buscando diseñar estrategias de prevención y manejo del duelo sin caer en la paranoia. En últimas, la tusa, como proceso de cambio, implica movimiento constante para su curso natural, buscando vivir el dolor sin encerrarse en sufrimiento. Y como proceso compartido por todes, lo que implica una responsabilidad dual, tanto de gestionar mi tusa como de ayudar a mis seres querides a gestionar estos sentimientos también. Bajo esta luz, se discutió cómo cada quien hemos acompañado el duelo de algún amor y cómo elles nos han acompañado a nosotres. Respecto a esto, una dinámica interesante que surgió fue la asimetría de roles de acompañante y entusado, ya que a veces se presenta mayor disposición a ofrecer ayuda a une entusade que a pedirla en medio de una tusa, o que estamos receptives a recibir los sentimientos de otre sin juzgar, pero nos cuesta trabajo abrirnos para expresar los sentimientos que nos agobian. A pesar de esto, estrategias ofrecidas y recibidas siempre hablaron, primero, del acompañamiento y la escucha, ya que las etapas iniciales son más delicadas y requieren de una compañía receptiva, evitando profundizar mucho si no es necesario. Cuando la recuperación va en curso, se sugirió incentivar al otre a la expresión con las capacidades o preferencias que tiene, retomar el plan de vida, reflexionar y deconstruir el consumo de amor, acudir periódicamente a la red afectiva (incluso abriendo grupos de Whatsapp), respetando los espacios en que la persona quiera estar sola o acompañada, etc. Rescatamos un comentario sobre las redes afectivas en el duelo, y es que éstas es mejor tenerlas construidas previamente, ya que la construcción de redes afectivas durante la tusa o duelo son de alto riesgo. Así como conocer gente nueva puede resultar en una experiencia agradable y poderosa a futuro, los nuevos vínculos poco nos conocen y nos podrían acompañar de manera más superficial en el duelo en el mejor de los casos. En el peor de los casos, estas nuevas redes pueden conformarse con personas tóxicas, grupos inescrupulosos (sectas, cultos, estafas, etc.) que terminan perjudicando en el largo plazo una llamada de auxilio o consuelo temporal. Aunque todo lo discutido anteriormente evoca la universalidad del duelo y la tusa, un punto importante de discusión, dado el espacio, son las diferencias percibidas que se viven en el duelo en una relación de monogamia y en una de poliamor. Esto no implica que, si existen diferencias, haya una superioridad de una relación frente a la otra; sino que implicaría la vivencia del duelo en dimensiones distintas. Se observó, además, que posiblemente no había diferencias transversales a todas las relaciones; ya que dependería más de las personas involucradas que del tipo de relación y que en ambas pueden surgir ejercicios colonizadores si ambas se encuentran aún permeadas por la misma plataforma hegemónica, sea patriarcal o de otra naturaleza cultural. Dicho esto, se nombraron distinciones interesantes. El poliamor puede presentar redes afectivas más sólidas que contribuyen a una recuperación más robusta y eficaz, mientras que la monogamia eleva el choque de la tusa; ya que implica el “fracaso” de una relación y da un significado más visible al impacto emocional. Sin embargo, eso hace por tanto más urgente el cuidado, acelerando el tiempo de respuesta; por el contrario, en el poliamor la idea de contar con otros afectos puede evitar que se reciban los cuidados necesarios. En el poliamor, el mito e imposición de ser “buenx poliamorosx” o “le poliamorose perfecte” puede forzarnos a cumplir expectativas que no son lo que necesitamos, como mantener el contacto y la cordialidad cuando deseamos distancia. En la monogamia las relaciones suelen ser de fusión, por lo que la tusa puede llevar consigo la pérdida de identidad. En el poliamor, la tusa puede implicar una competencia por estar bien para no descuidar a les otres amores en mi polícula que, aunque se muestren comprensives, tema descuidar y por ello no sane bien en mi afán de continuar con mis otras relaciones. Aprendimos muchísimo. ¡MUCHAS GRACIAS! |
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