El pasado sábado 26 de octubre de 2019 nos reunimos unas 50 personas, como siempre en nuestro hogar, La Redada, para explorar los deseos particulares a la experiencia poliamorosa, así como sus mitos asociados. Compartimos tanto la práctica como la fantasía, indagando en los límites entre ambas. También intentamos encontraremos estrategias comunes para comunicar nuestro deseo. Como es habitual, empezamos puntualmente y comentando la misión, visión y valores de la comunidad. También recordamos las normas de nuestros espacios físicos, aquellas que nos ayudan a garantizar que podamos cumplir lo anterior, comprometiéndonos a cumplirlas colectivamente. Comenzamos por desentrañar algunos mitos de la sexualidad poliamorosa.
¿Somos personas particularmente promiscuas? ¿Por qué existe esta idea sobre quienes practicamos poliamor? ¿Nos causa estigma o discriminación esta percepción? ¿Qué otros mitos hay sobre la sexualidad poliamorosa? Desde la experiencia personal, claramente no todas las personas que nos identificamos como poliamorosas nos consideramos promiscuas. Pocas personas respondieron afirmativamente. Seguramente, según se comentó, porque la promiscuidad -entendida como varias relaciones sexuales en un corto periodo de tiempo- tiene un valor negativo. Se dijo que el poliamor tal vez puede resignificar este sentido desde un enfoque del sexo-positivismo. Cabe la posibilidad de reclamar la palabra (el libro Ética Promiscua hace esta propuesta) como identitaria. Actualmente es estigmatizante y hemos vivido experiencias de discriminación que afectan diferencialmente a las mujeres, ya que la promiscuidad masculina es premiada pero no así la femenina. Este moralismo está asociado a la culpa, a juicios sobre la propiedad y autonomía de los cuerpos y sobre la responsabilidad de quien decide. La promiscuidad puede ser afectiva. Nos cuestionamos si es posible ser promiscue sin caer en el consumismo sexoafectivo y la mercantilización de los deseos. Otros mitos alrededor de la sexualidad poliamorosa que se nos ocurrieron fueron: la frecuencia del sexo grupal (orgías y tríos), la prevalencia de determinadas orientaciones sexuales, la creencia de un mayor riesgo de contagio de enfermedades de transmisión genital, la depreciación de vínculos del mismo género -especialmente entre mujeres- cuando existen vínculos heterosexuales, la catalogación del poliamor como una práctica exclusivamente sexual, disposición a mantener relaciones con todes... Paralelamente, se comentó sobre el falocentrismo y la caza de unicornios como prácticas que afectan la erótica poliamorosa dentro de la propia comunidad. Continuamos conversando sobre un posible problema común. ¿Sentimos el mismo deseo erótico por todas nuestras relaciones afectivas? ¿Cómo gestionamos esa diferencia en deseo? ¿Ocasiona dificultades o, por el contrario, crea oportunidades? Por supuesto, el deseo es diferente en cada relación afectiva. Existen relaciones afectivas en las que no hay deseo erótico (como las amistades o los amores asexuales), relaciones sexuales con más o menos afectividad, relaciones en las que el deseo cambia o se desvanece con el tiempo, etc. Dado que el deseo erótico es entre sujetos, es distinto para cada relación de individues. Puede ocasionar conflictos relacionados con la gestión del tiempo, los celos, la decisión de excluir o incluir personas en la red afectiva o de cómo nombrar la relación. Entre las estrategias de gestión mencionamos:
Seguimos explorando nuestras prácticas. Preguntando, ¿qué prácticas eróticas nos ha permitido explorar el poliamor? ¿Alguna fantasía? A través del poliamor nos hemos permitido explorar prácticas no normativas como el BDSM, salir del falocentrismo y genitocentralidad, tener encuentros en los que la cópula y la penetración dejan de ser el único objetivo. Encontramos el juego y la exploración de las sensaciones, de las dinámicas de poder, de los cuidados. Mencionamos los encuentros íntimos múltiples y el descubrimiento del placer propio. Algunas personas comentaron haber explorado orientaciones sexuales diversas tras abrir sus relaciones. Por supuesto, el poliamor no es el único camino a esta exploración y depende enteramente de los acuerdos y deseos de cada relación e individue.Indagamos en los límites. ¿Qué límites eróticos, físicos o emocionales, hemos descubierto en nuestra práctica? Un tema central fue la salud genital. Se mencionó la importancia de realizarnos pruebas de VIH y otras enfermedades regularmente. Recordando que la comunicación y desestigmatización es la forma más eficaz de comenzar a protegernos. Mencionamos la posibilidad de crear acuerdos como el “vínculo de fluidos”. Algunos límites emocionales se expresaron en términos de los acuerdos que desencadenan, como no entablar relaciones con familiares o amistades de la relación y conocer a las personas con quienes se están relacionando nuestres amores. Se mencionó la preocupación por desconocer los límites y el reto que supone expresarlos. Para entender mejor los límites, y en qué se diferencian de los acuerdos o las reglas, lee nuestra nota resumen sobre ese taller. Finalmente, compartimos herramientas para hablar sobre el deseo. ¿Cómo comunicamos todo esto a nuestras relaciones? ¿Cómo y en qué momento hablamos sobre nuestro deseo de no ser exclusives sexoafectivamente? Algunas de las herrramientas que se propusieron:
La mayoría de las personas expresamos comunicar desde el primer momento (en nuestros perfiles de aplicaciones de citas o durante el primer encuentro) que somos poliamor para no crear falsas expectativas. Esperamos que estas construcciones colectivas les sirvan tanto como a nosotres.¡Muchísimas gracias! |
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