La esencia de lo que consideramos poliamor siempre recae en la gestión responsable de las emociones agradables y desagradables, dado que la construcción de polículas añade una dimensión de expansión y complejidad a las relaciones humanas. Esta responsabilidad, sin embargo, se ve a ratos distorsionada por nuestro afán por aclamar lo gozoso y evadir lo doloroso, por lo que a veces el dolor se evita en las conversaciones.
En el caso particular del duelo romántico o “tusa”, todes nos hemos visto marcados en algún momento por estos eventos, pero casi siempre en forma de reacción, muchas veces violentades por el impacto. En esta ocasión, con alrededor de 60 participantes en el evento de aquel 31 de agosto de 2019, pusimos en común nuestras últimas experiencias de duelo, ruptura o desescalamiento afectivo para extrapolar las herramientas que mejor nos han servido gestionando emociones desagradables durante el proceso, también compartiendo ideas sobre las similitudes y diferencias entre la pérdida de relaciones monógamas y poliamorosas. El 27 de julio de 2019 nos reunimos cerca de 50 personas, como siempre, en La Redada, para hablar sobre todo lo que hay en común entre las relaciones no exclusivas y ser cuir. En especial para cuestionar el impacto del poliamor en la creación de identidades contra-cis-hetero-normadas.
El sábado 25 de mayo de 2019 cerca de 60 personas nos reunimos para conversar sobre un tema que es tan tabú dentro de la comunidad poliamor como fuera de ella (o más).
Aunque las dinámicas poliamorosas buscan transformar por medio del diálogo honesto y los consensos entre les individues la forma en que entendemos y vivimos las relaciones, los riesgos que se presentan en relaciones más hegemónicas también se manifiestan en estos ámbitos. Uno de estos es el abuso que, de forma visible o invisibilizada, puede estar permeando las acciones de una o varias de las personas de la polícula. Por lo anterior, se buscó en este espacio discutir, a partir de las experiencias y análisis de les asistentes, herramientas de identificación y trabajo sobre los problemas de abuso. La tarde del sábado 4 de mayo de 2019 tuvo lugar, de manera virtual, la segunda reunión del activismo de las no-monogamias consensuadas en América Latina.
La tarde del sábado 23 de marzo de 2019 tuvo lugar, de manera virtual, la primera reunión -única en la historia- del activismo de la no-monogamia consensuada en América Latina.
Casi 90 personas participaron en el taller número XXI en La Redada el 30 de marzo del 2019. En esta ocasión la reunión tuvo como objetivo conversar e indagar sobre las identidades leídas como “hombres” y el significado de la masculinidad dentro del marco del poliamor. Con la asistencia de una diversidad de identidades auto-determinadas como masculinidades homosexuales, afeminadas, trans, no binaries, migrantes, adultos mayores y, por supuesto, mujeres, pudimos ahondar y cuestionar las estructuras de poder que se generan en orientaciones relacionales no-hegemónicas. Esta mirada diversa y más rigurosa nos permitió poner en diálogo las reflexiones en torno a las masculinidades con el poliamor, alejándonos de una perspectiva –por lo general– auto-referencial (enfocada en la identidad) de hombres adultos heterosexuales, de clase media blanca y con núcleos familiares hetero-mononormativos.
Marcela
Compartir cuidados, amor y dedicación más allá de la cama. Así describiría mi experiencia actual con el poliamor. Por muchos años viví lejos de mis amores sexo-afectivos más significativos. Yo defino “significativo” como la disposición de abrir la puerta a múltiples escenarios de mi vida, es decir, compartir con una persona mis espacios familiares, mis finanzas, facilitar lazos afectivos de esa persona con mis amistades previas, invitarle a espacios con mis colegas de trabajo, etc. Amar de lejos me hizo aprender a combinar esas relaciones con múltiples vínculos que vivían en la misma ciudad y con quienes compartía cotidianidad: parejo de baile, amantes de las bicicletas con quienes salía a rodar frecuentemente, una familia de amigos, un confidente con quien iba a cine y a piscina, entre otras personas que configuraron mi mundo de maneras diversas y significativas. Si había o no sexo con estas personas no era la pregunta principal, sino que más bien se trataba de cómo organizaba mi tiempo para querernos y acompañarnos. Se puede decir que las relaciones a distancia que iniciaron todo este asunto solo se terminaron parcialmente; pues a pesar de que no sostengo relaciones sexuales con ellos, seguimos muy presentes en la vida del otro, nos aconsejamos en lo laboral, lo financiero y hasta en lo amoroso. Además, las familias tienen siempre los brazos abiertos para recibir “al ex” en cualquier reunión. Para cuando encontré mi tribu poliamorosa (por llamarle de alguna manera al colective Poliamor Bogotá) pude dotar de nombres y herramientas varias de mis conductas y creencias, lo que profundizó muchísimo la experiencia. Ahora mismo hay dos hombres cercanos a mi cama, y digo cercanos porque no es que tenga con ellos citas marcadas ciertos días para tener sexo, de hecho a veces pasan varias semanas sin que vea desnudo a ninguno de los dos. También hay una mujer a la que quiero muchísimo que pasa por mi cama pocas veces al año, pero incluso cuando la conexión física no es protagonista, estas personas nunca salen de mis afectos. En este momento de mi vida estoy participando en proyectos comunitarios y artísticos que me llenan mucho y también demandan mucho de mí, y esto se suma a que me hace mucha falta tener espacios de soledad, así los momentos de presencia con mis amores son limitados. No anhelo casarme, la convivencia con un amor no está descartada, pero no es lo que busco por ahora. No me gustaría parir, pero la co-crianza me resulta llamativa. En pocas palabras, sí que me interesa cumplir la profecía de “vivieron felices para siempre” pero la foto que cristalizaría esa escena tendría ex-parejas, amigos y amigas de décadas, el colective de Poliamor Bogotá, personas que están pasando por cama en ese momento y las comunidades enteras con las que trabajo. Mi cuidado, mi bienestar y mi sentido de propósito les necesita. Mi cama, a veces sí y a veces no. Joe Lo primero que voy a decir al respecto puede confundir a muchos. Yo experimento el poliamor en este momento estando SOLTERO. Y suena confuso quizás porque asociamos el poliamor con la multiplicidad de parejas amorosas y sexuales pero, en mi experiencia personal, el poliamor se vive desde la amistad, desde la compañía y la complicidad. Para mí el poliamor ha sido más una forma de entender el cómo y el por qué me relaciono con las personas. En este momento no hay una persona fija a la que dedicar la mayor parte de mi tiempo, afecto y atención; pero sí que hay personas que considero que amo con locura. Mi mejor amiga en el trabajo, a la que cuido en sus dietas y con la que comparto historias, recetas y risas, el hombre que es para mí más cercano que un hermano y me ha vuelto parte de su familia hasta el punto de no escatimar tiempos y cuidados hacia mí, ex parejas que se quedan a dormir una que otra noche, personas nuevas que se han ido acercando buscando -más que sólo sexo- una conexión profunda de experimentación y confianza casi absoluta, amigos muy cercanos con los que comparto cama sin ninguna intención más allá del sentirnos acompañados y compañeros de grupos de paganismo a los que he visto desnudos muchas veces en ceremonias y por los que he aprendido a sentir un profundo respeto casi solemne. Como ven, para mí el poliamor no se limita a relaciones de pareja y expresiones sexuales, para mí el poliamor es una forma de unir personas, de conectarme en redes de cuidados, de recibir y dar afecto, atención, intimidad y confianza de nuevas maneras. Es una forma de cruzar caminos con honestidad y sin miedo a ser, experimentar y amar. Alba Me describo con frecuencia como anarquista relacional. Aunque creo que es importante ver más allá de las etiquetas. Actualmente tengo un vínculo sexo-afectivo no exclusivo desde hace algún tiempo. Prefiero que nuestra relación crezca a lo ancho y no a lo alto. Es decir, que investiguemos los espacios (emocionales o físicos) que compartimos, ayudándonos a ser mejores juntes. No siento la necesidad de subir la escalera relacional hacia una co-crianza o una cohabitación. Y ya estoy casada con otra persona, así que eso está fuera de la ecuación. Las relaciones que enmarco en la categoría de amistad son fundamentales para mí e intento dedicarles al menos un espacio a la semana a las más cercanas. Un almuerzo o una llamada nos sirve a ambas para cuidarnos. Convivo con mi madre, una persona que es como mi hermana -aunque hayamos nacido en países distintos- y dos perros. Son mi familia nuclear. Compartimos almuerzos y festivos, además de una experiencia de años en la gestión de nuestra convivencia. Algunas de las personas que más quiero están al otro lado del charco, y por más que pasen los años siguen siendo una parte fundamental de mi constelación. Gracias al activismo y otras ideas poco convencionales, he construido una nueva comunidad aquí y allí que cada vez refleja mejor mis ideales. Desde Israel, Francia y España hasta Colombia, no todos mis vínculos encajan en una categoría concreta. Sus necesidades y las mías cambian con frecuencia, modificando la intensidad y la forma en la que nos relacionamos. El nuevo paradigma que plantea el poliamor -o las relaciones no exclusivas- me ha permitido flexibilizar mis expectativas y cuidar relaciones que de otra manera hubiera puesto en segundo plano. Todo esto, cuestionando continuamente las dinámicas de poder y discriminación que se cuelan desde el imaginario colectivo al individual. Mi respuesta a la pregunta “¿cuántas relaciones tienes?” es TODAS. Todas mis relaciones son poliamorosas. Desde que cambié mi paradigma a un enfoque de honestidad, consenso y responsabilidad afectiva me habré equivocado y lo seguiré haciendo muchas veces. Pero intento que cada interacción (con mi jefe, con quien me atiende en el restaurante, con quien meto en mi cama) se entable desde los principios que plantea el poliamor. |
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